A pesar de
referírsele como "ella", no tiene sexo, no sabe qué tan frío o
caliente es el piso porque no tiene pies, solo conoce el paisaje de la niebla
sobre la noche, no se inclina ni por el bien ni por el mal, sino por lo que
debe ser.
Recostada en
una cama del hospital, esperaba dar su último suspiro. No había nada más que
hacer y ella no quería luchar más, estaba resignada.
El tiempo
pasa rápido aunque nos parezca lento, sin embargo los instantes son más que
eso. Se requiere abrir los ojos en el momento justo para rememorar aquello por
lo que se lucha.
Abrió los
ojos en medio de la noche, en medio de las horas, en medio de los segundos, en el
instante perfecto. Sus miradas se encontraron, una era obscura y profunda, fría
y solitaria, completamente vacía, pero la otra estaba llena de colores y
paisajes maravillosos, alegrías, tristezas, adrenalina, un sin fin de
emociones. Todo en un solo instante.
En menos de
un segundo, nació algo semejante al amor, más bien, una especie de obsesión.
Ella quería besarla, pero sabía que sus labios apagarían esa luz, un sólo toque
de su presencia atraería de nuevo la soledad.
Aferrada a
ella, la tapo con su manto negro y con una pluma de sus alas rozó su corazón
sumergiéndola en un sueño profundo en donde una dejaría de sufrir y la otra por
primera vez tendría un poco de luz en su existir.